"Ferrari, no hagas boludeces que de acá no salís". La frase puede tener miles de acepciones, más allá de ser en principio violenta. Algunos, muy pocos, la justifican desde ese inentendible (y no menos que repudiable) folklore del fútbol. Carlos Ramacciotti, ese día, sin saberlo, dio una plástica definición de lo que hoy mueve nuestro fútbol: La presión.
Argentina es (y particularmente, creo que seguirá siendo) una potencia mundial en fútbol, principalmente, por lo que genera este deporte en esta región, por la manera de vivir y sentir. Siempre se va a jugar al fútbol. El problema, o más bien la razón de que esta nación no obtenga más resultados, es que el deporte en sí se ha ido globalizando; hoy ya no nos llama la atención perder con Japón. En este fútbol tan parejo entones, la diferencia la hace la inteligencia, la viveza, la técnica individual. Entonces, más allá de la falta de trabajo certero en inferiores, notamos la primera carencia, la primera pata rota de la mesa de nuestras fuentes: Ya no existen los potreros. No existen los equipos de barrios, un chico de hoy no tiene ni idea de lo que es armar un arco con dos buzos y un par de piedras. Se juega menos. Se juega para ganar... Se juega peor.
En los casos de los chicos que trascienden de está era digital y aún juegan a la pelota, encuentran una falencia suprema en la docencia de sus entrenadores. La falta de pedagogía, los intereses, y una vez más, las presiones, han castigado a las divisiones inferiores de la peor forma. Ya nadie va al club para aprender a jugar. Se juega para salir campeón, se creajugadores de laboratorio que tienen como espejo las bicicletas de Cristiano Ronaldo y muy poco más. Algo tan básico como increíble: Antes de la primera, los chicos pasan seis, siete categorías en las que no aprenden nada, en la que cada uno de sus técnicos tiene una filosofía distinta, donde se hace hincapié en la táctica, no hay amor por el juego, ni amor por enseñar.
Si a esto le sumamos cada cual de los intereses económicos, políticos, sociales que hoy condicionan a los clubes de fútbol, nos encontramos que este “juego más lindo del mundo”, como dijo Maradona una vez, se vive como el más sucio de los negocios. Y entonces en nuestro fútbol muere gente, los barras regentean los clubes, los técnicos pierden su trabajo rápidamente y en el medio, en la triste incertidumbre de si estamos viviendo la muerte del fútbol, quedamos los amantes del buen juego, atemorizados hasta quien sabe cuanto por la pérdida de nuestra identidad. Y lo peor de todo... Cada vez somos menos. Todo un palo, ya lo ves.

Coincido mucho con el que escribio esto, me parece un crack y muy bonito.
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